Con Cruyff desaparece una personalidad singular en el fútbol

 

Fútbol, 24 Mar. — Al parecer Johan Cruyff era imparable.

No podían con él los mejores defensores de los años 70 a quienes superaba con facilidad en su época de jugador.

Ni tampoco, cuando pasó a dirigir, los técnicos rivales ni los analistas.

Nadie lo hacía callar cuando manifestaba sus opiniones sobre el fútbol. El muchacho de Amsterdam tenía suficiente desparpajo, sabiduría callejera y encanto personal como para silenciar cualquier contradicción.

El fútbol acaba de perder uno de los grandes de la historia, al nivel de Pelé, Diego Maradona y Franz Beckenbauer.

Como ellos, Cruyff se destacaba por ser inigualable.

Con su figura espigada y cabello largo, y su camiseta con el número 14 ondeando al viento, podía engañar a los mejores con un leve meneo de caderas. En una fracción de segundo podía inventar una jugada. Con su asombrosa coordinación visomotriz atrapaba una pelota en el aire para superar a un defensor rival con un movimiento grácil.

«Suelen confundirse velocidad y perspicacia», decía. «Cuando empiezo a correr antes que los demás, parezco más veloz».

Muchos niños han tratado de imitar la «maniobra Cruyff», su técnica de engañar a los rivales dándole a la pelota con una tijera para dejarlos parados y seguir detrás del balón donde menos lo esperaban.

Hijo pródigo de la Holanda de los años 70, Cruyff simbolizó la liberación holandesa de posguerra de las costumbres sociales rígidas para abrazar un sentido de libertad afín al de los hippies californianos.

En la cancha, con la selección holandesa conocida como «La Naranja Mecánica», promotora del «fútbol total», era pieza vital de un cambio revolucionario de tácticas en que los jugadores intercambiaban posiciones, presionaban a los rivales en todo el terreno y se movilizaban a velocidad por toda la cancha. La innovación sorprendió a los rivales durante años antes de que empezaran a tomarle la mano y a tratar de imitarla.

Nunca quedó en claro si Cruyff o Rinus Michels, técnico del Ajax y la selección de Holanda, fue el arquitecto del fútbol total. Pero Cruyff fue el abanderado de la nueva manera de jugar.

Ganó tres copas europeas con Ajax entre 1971 y 1973. Fue proclamado el mejor futbolista de Europa tres años y consagrado como el mejor jugador de Europa del siglo XX.

A principios de la década del 70, su magia solo lo eludió una vez, y solo durante 89 minutos de un partido. Fue cuando más se le necesitó: la final de la Copa Mundial de 1974 contra su archirrival Alemania Occidental en Munich.

Con una carrera vertiginosa antes de que un solo jugador alemán hubiese tocado siquiera la pelota, Cruyff ganó un penal para Holanda a los 50 segundos. Pero a partir de entonces, en uno de los misterios del fútbol, se interrumpió la magia. Después de ese momento, Cruyff quedó estático y la Alemania conducida por Beckenbauer se impuso por 2-1.

Cruyff nunca ganó la Copa Mundial.

Desde Ajax, Cruyff pasó en 1973 a Barcelona, equipo que en ese entonces aspiraba a rivalizar con el poderoso Real Madrid y el régimen de Francisco Franco. Cruyff fue pieza vital para que el entonces equipo de mitad de la tabla ganara su primer título nacional en una década.

Esa temporada fue coronada con una victoria por 5-0 contra Madrid en cancha de estos, y muchos catalanes siguen considerándolo desde entonces como «El Salvador».

Más adelante, en su función de técnico, se inmortalizó a los ojos de los barceloneses al contribuir a ganar la Copa Europea de 1992, antecesora de la Liga de Campeones. Pero antes, condujo a Ajax a ganar la copa de Ganadores de Copas en 1987.

Al igual que otros en su época, Cruyff fue un fumador empedernido. Abandonó el cigarrillo en 1991 después de someterse a una operación de desvío cardíaco en 1991. En una película contra el tabaquismo, Cruyff tomó un atado de cigarrillos con el que hizo algunos malabares con los pies antes de patearlo a la distancia.

Después de padecer más dolencias cardíacas en 1997, decidió no volver a dirigir al más alto nivel de competencia. En cambio pasó a ser un crítico y analista agudo, sin pelos en la lengua, capaz de criticar a quien fuese, incluso sus amores Ajax, Barcelona y Holanda.

Se convirtió en una versión europea de Yogi Berra con sus declaraciones famosas: «Toda desventaja tiene su ventaja», «No se puede ganar sin la pelota», «Si yo quisiera que me entendieras, lo habría explicado mejor».

Al criticar las tácticas ultradefensivas, dijo una vez: «Los italianos no te pueden ganar, aunque puedes perder con ellos». Y quizás la cita más inolvidable: «Antes de cometer un error, no lo cometo».

Los holandeses los llamaron cruyfismos.

Y sus dichos siguen reverberando en el corazón de los hinchas desde las calles de Amsterdam hasta todo el universo futbolero.

AP