Rio de Janeiro, 14 sep. — En un panorama permeado por la incertidumbre, una certeza emerge en la carrera por la presidencia de Brasil: el voto evangélico tendrá un fuerte impacto en la elección del próximo mandatario.
En las últimas semanas, algunos de los principales candidatos al palacio del Planalto salieron a cortejar al electorado religioso.
Antes de ser apuñalado, el militar nostálgico de la dictadura, Jair Bolsonaro, subió al púlpito de una iglesia evangélica en Río de Janeiro y entre lágrimas recibió la oración; el exgobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, fue invitado especial de un encuentro de pastores paulistas con representación internacional; y en Belo Horizonte la ecologista Marina Silva prometió a evangélicos mineros que si resulta electa cualquier cambio en la legislación del aborto será decidido en un plebiscito.
Bolsonaro y Alckmin se declaran católicos, de cuño conservador, mientras que Silva es la única evangélica entre los principales candidatos. No obstante, para ellos y los otros diez presidenciales por igual, el intento de estrechar vínculos con las iglesias es estratégico.
Aunque la campaña de Bolsonaro quedó circunscripta a las redes sociales tras el ataque del jueves pasado, que posiblemente puso fin anticipado a sus actividades públicas proselitistas, el diputado de ultraderecha se consolida en la cima de las preferencias. Según la última encuesta de la consultora privada Ibope publicada el martes, Bolsonaro tiene un 26% de intención de voto y lo siguen Silva; Alckmin; Ciro Gomes y Fernando Haddad, el candidato bendecido por expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, los cuatro en un virtual empate técnico, con entre un 11 y 8%.
En Brasil, donde la tradición religiosa es muy fuerte, los evangélicos representaban unos 42 millones de personas en 2010, cuando el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística realizó el último censo. De acuerdo con proyecciones de la consultora privada Ibope de este año, la población evangélica adulta habilitada para votar ronda los 40 millones –casi un tercio del total del electorado–. En una disputa electoral de final abierto como la del próximo 7 de octubre, esta porción de votos podría inclinar la balanza.
Según dijo el politólogo y especialista en marketing político Antonio Lavareda a The Associated Press, el voto evangélico cobrará un protagonismo inédito debido a la reglamentación electoral que, por primera vez en una campaña presidencial, luego de que fuera revelada la trama del escándalo de corrupción del Lava Jato, prohíbe donaciones de empresas a los candidatos para hacer campaña.
“Ante la escasez de recursos, todos los partidos necesitan del apoyo de corporaciones para garantizar votos, y el caso de las iglesias evangélicas es especial”, asegura Lavareda.
Si bien el evangelismo tiene menos fieles que el catolicismo en Brasil, considerado el país con más católicos en el mundo con 123 millones según el censo de 2010, el voto suele dispersarse menos. Orientada por el mensaje de los pastores –osados para hablar de política–, la mayor parte de la comunidad acaba inclinándose por un mismo candidato, explican los especialistas.
Silas Malafaia, de 59 años, es uno de los pastores más influyentes del país, líder de la red de más de 50 iglesias “Asamblea de Dios Victoria en Cristo”, y visceral a la hora de opinar. Acostumbrado a fijar posición política y a orientar a sus fieles en las vísperas de cada elección, el pastor se jacta de haber ayudado a elegir a “unos 25 diputados federales y unos cinco senadores”. Varios miembros de su iglesia están en la política y su hermano irá por el cuarto mandato como legislador de Río de Janeiro, pero Malafaia no planea convertirse en candidato próximamente.
“Yo fui llamado para influenciar, es mi vocación. Envío mi imagen y mi discurso a los candidatos y los ayudo ser electos. Si quisiera podría ser diputado, pero soy más importante en este lugar”, dice a la AP.
En el púlpito y en sus redes sociales, donde tiene más de un millón y medio de seguidores, Malafaia ha comenzado a alertar sobre los candidatos de izquierda que apoyan una “basura moral”, es decir, posturas a favor del matrimonio homosexual y el aborto. En esta elección, el pastor apoyará a Bolsonaro.
“En Brasil necesitamos a un macho como él, que con su vida limpia lidere el país para enfrentar al sistema corrupto”, dice.
Malafaia está convencido de que el militar conseguirá reunir la mayor parte del voto evangélico porque “defiende todos los valores y principios de la familia cristiana”.
Albanita Alves, 47 años, ama de casa y seguidora de Malafaia, dice que Bolsonaro tiene la propuesta que más le llega a los evangélicos por su “ideología” y por eso votará por él.
La influencia del pastor es determinante para Alves. “Nosotros tenemos la libertad de escoger nuestro candidato, pero como hombre de Dios él tiene una visión más amplia que nosotros, es muy importante que traiga su posicionamiento”, asegura.
“Cuando un pastor lleva a un candidato a su iglesia o lo patrocina envía un mensaje muy fuerte a los fieles, que tienden a ser poco escolarizados y construyen su opinión muy influenciados por lo que escuchan en el templo. La iglesia se convierte en un corral electoral”, explicó a la AP María das Dores Machado, socióloga especializada en estudios de la religión y profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
El crecimiento de las iglesias pentecostales en Brasil comenzó a partir de los años 70 y una década después el evangelismo empezó a hacer pie en la política eligiendo candidatos propios y fortaleciéndose en el Congreso hasta llegar a lo que hoy se conoce como “bancada evangélica”, con 87 diputados y tres senadores.
“No hay una ideología evangélica. Se construyen alianzas y apoyos en base a puro pragmatismo. Sí existe un punto de encuentro sobre algunas cuestiones morales como el aborto y el matrimonio homosexual, pero en el Congreso el bloque es muy diverso y actúan como un grupo de presión”, dice Machado.
La bancada evangélica, por ejemplo, tuvo un papel decisivo en el proceso de juicio político de Dilma Rousseff, en 2016, cuando decidieron dar luz verde al proceso de apartamiento del cargo de la expresidenta.
En el atomizado mundo de las iglesias pentecostales, la Iglesia Universal y la Asamblea de Dios son los dos bloques de agrupaciones más grandes e influyentes del país. La primera, incluso, tiene un partido político, y como proyecto de poder más conspicuo ha logrado ocupar la alcaldía de Río de Janeiro con el pastor Marcelo Crivella.
Sin embargo, lejos de responder a una directiva nacional, la socióloga señala que las organizaciones dividirán apoyos y tampoco aparece en el escenario un candidato que aglutine a todo el evangelismo. “Una parte importante va a apoyar a Bolsonaro. Está claro por su perfil conservador, pero Alckmin y Marina también son candidatos fuertes que muestran acompañamiento”.
La última encuesta de Ibope muestra que, por encima de su media total nacional, entre los evangélicos Bolsonaro reúne el 33% de intención de voto, arriba de Silva y Alckmin con 10% cada uno.
“Hoy los candidatos que más encajan con nuestros valores son Alckmin y Bolsonaro, pero todavía tenemos que conversar para saber qué propone cada uno”, aseguró a la AP el obispo Robson Rodovalho, presidente de la comunidad Sara Nossa Terra.
No importa qué credo o religión sigan. No es una cuestión de fe. Los candidatos brasileños recurren al templo para buscar el apoyo que les permita llegar a la presidencia en octubre. / AP