Mundo, 16 ago — El santo católico que se convirtió en el patrono de los perros y, por extensión, de todas las mascotas. San Roque, quedó huérfano desde muy chico. Aprendió nociones de medicina y se dedicó a curar a personas y animales enfermos en Italia, durante los siglos XIII y XIV.
Aunque los investigadores e historiadores no encontraron con certeza el año de su nacimiento, se cree que ocurrió entre el año 1295 y los comienzos del 1300. Hijo del gobernador de Montpellier en Francia, quedó huérfano durante sus primeros años de vida. Ante esta situación, decidió vender todas sus posesiones, repartir sus ganancias entre los pobres de la zona y hacer una peregrinación a Roma para recorrer sus santuarios.
Entre el 1347 y el 1351, Europa padeció la cruenta Peste Negra que elevó la tasa de mortalidad de números aterradores. Esta enfermedad que dañaba los pulmones redujo la población del continente en un 60%. Se estima que murieron más de 50 millones de personas. Entre los fallecidos estuvieron los padres de quien años más tarde se transformaría en San Roque.
Previo a realizar su peregrinar hacia Roma, el futuro santo incorporó nociones de medicina que le permitieron curar y ayudar a personas y animales enfermos. El portal católico Santopedia recuerda que «adquirió fama de santidad peregrinando piadosamente y curando por toda Italia a los afectados por la peste”.
SAN ROQUE Y SU VÍNCULO CON LOS PERROS
Durante su estadía en el norte italiano San Roque contrajo la enfermedad. Las manchas negras vinculadas a la enfermedad comenzaron a aparecer. No quería ser una carga para nadie y, mucho menos, convertirse en un propagador más de la enfermedad. Según una de las versiones más extendidas de la vida de San Roque y reflejada en la «Acta Brevoria», el santo se trasladó al bosque para no infectar a los vecinos de Piacenza.
Cada día recibía la visita de un perro que le llevaba un panecillo robado de la mesa de su amo, “un hombre bien acomodado llamado Gottardo Pallastrell que después de ver la escena repetidamente, decidió un día seguir a su mascota y penetró en el bosque donde encontró al pobre moribundo”, revela el portal católico.
Pallastrelli se llevó a Roque a su casa y le ayudó con las curaciones. Otras versiones populares afirman que fue el mismo perro quien lo curó, luego de lamerle la herida de su pierna varias veces cuando el santo estaba en el bosque.
Una vez recuperado, retornó a los hospitales para acompañar a los enfermos. Según confirman distintas fuentes, amplió la atención a los animales que requerían algún tipo de ayuda. Durante aquella época, poca gente se ocupaba de de ellos por miedo a contagiarse de la enfermedad. La creencia popular sostiene que los curaba con solo hacerles la señal de la cruz en su frente.
Se cree que finalmente murió en prisión, encerrado por su tío, que lo confundió con un espía durante una guerra. Al ser considerado defensor de los perros, de allí sale el famoso refrán: «San Roque, San Roque, que este perro no me mire ni me toque».
ORACIÓN A SAN ROQUE
«A quien el Todopoderoso concedió la gracia especial de librar de la peste a los pueblos afligidos con tan espantoso azote; cuya virtud fue objeto de admiración en la misma Roma, a donde fuisteis cuando estaba tocada de aquel mal, empleando vuestro valimiento con el Señor para que de él la librase, como así lo hizo; presentad nuestras súplicas al trono del Altísimo, interesándoos por nosotros, para que por vuestros méritos e intercesión nos preserve el señor de semejante calamidad, y seamos libertados así de ella como de todo lo que pueda turbar nuestra tranquilidad, y sernos de obstáculo a la salvación. Amén.
Amado San Roque, con tu poder sanador, te pido que cures mi cuerpo, mi mente y mi alma, devolviéndome la paz y el amor necesarios para seguir con mis días.»
Tomado de perfil.com