RRusia, 2 Oct. (RT).- La estrategia de la política exterior de EE.UU. incluye un plan detallado para derrocar los Gobiernos electos de los países latinoamericanos que se oponen al establecimiento de regímenes neoliberales en Sudamérica. Lo revelan los documentos de WikiLeaks estudiados por Alexander Main y Dan Beeton, del Centro para la Investigación Económica y Política, con sede en Washington.
El verano pasado el mundo vio como Grecia trataba de oponerse al dictado de las instituciones internacionales que obligaban al país a aceptar un paquete de nuevas medidas de austeridad. El endeudado Estado griego no pudo negarse a cumplir las órdenes de la Troika de acreedores. Después del referéndum convocado por el Gobierno de Alexis Tsipras, el Banco Central Europeo privó a la economía griega de liquidez, lo que intensificó la recesión y convirtió en una farsa el resultado del voto popular, según la página oficial del centro.
Una batalla similar por la independencia de las naciones se ha estado llevando a cabo en Sudamérica durante los últimos 15 años. A pesar de que Washington ha estado tratando de destruir la ‘disidencia estatal’ en varios países utilizando las mismas técnicas empleadas contra Atenas, la fortaleza de Latinoamérica soportó la presión. Esta batalla épica llevada a cabo principalmente a escondidas de los ojos de los ciudadanos fue reconstruida a través del archivo de documentos del Departamento de Estado de EE.UU. filtrado por WikiLeaks. Alexander Main y Dan Beeton ofrecen una interesante reconstrucción de estos acontecimientos en su libro: ‘WikiLeaks: el mundo según el Imperio estadounidense’.
Los autores argumentan que el neoliberalismo se impuso en América Latina antes de que Berlín y Bruselas humillaran a la democracia en Grecia. A través de la coacción ejercida por los ‘Chicago Boys’ [jóvenes economistas latinoamericanos que regresan a sus países después de estudiar en EE.UU.], Washington logró difundir en Sudamérica la austeridad fiscal, la desregulación, el «libre comercio», la privatización y la destrucción del sector público desde mediados de 1980. El resultado fue similar a lo que se vio en Grecia: el estancamiento del crecimiento, el aumento de la pobreza, el deterioro de las condiciones de vida de millones de personas y una serie de nuevas oportunidades para los inversores internacionales y corporaciones multinacionales. Pero entonces los candidatos contra el régimen neocolonial comenzaron a ganar las elecciones y a ofrecer resistencia a la política exterior de EE.UU., poniendo en práctica sus promesas electorales de redistribución social y reducción de la pobreza.
De 1999 a 2008, estos candidatos ganaron las elecciones en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Honduras, Ecuador, Nicaragua y Paraguay. Gran parte de los esfuerzos del Gobierno norteamericano para subvertir el orden democrático de estos países y volver a imponer el régimen neoliberal son ahora de dominio público gracias a las filtraciones de WikiLeaks que revelaron la verdad sobre la presidencia de George W. Bush y del comienzo de la presidencia de Obama. Washington prestó apoyo estratégico y material a los grupos de la oposición, algunos de los cuales eran antidemocráticos y violentos. Los cables también revelan la naturaleza de los emisarios ideológicos estadounidenses de la Guerra Fría que actualmente elaboran estrategias neocoloniales para Sudamérica. Los autores del libro afirman también que los medios de comunicación corporativos son parte de la estrategia expansionista.
El caso emblemático de Evo Morales en Bolivia
A finales de 2005, Evo Morales ganó las elecciones presidenciales con la promesa de reformar la Constitución, garantizar los derechos de los indígenas y luchar contra la pobreza y el neoliberalismo. El 3 de enero de 2006, dos días después de su juramento, el nuevo presidente recibió al embajador estadounidense, David N. Greenlee, que le explicó la visión que la Casa Blanca tenía del futuro de Bolivia. La asistencia multilateral a Bolivia, según el embajador, dependía del «buen comportamiento» del Gobierno de Morales. «[El embajador] ha subrayado la importancia crucial de las contribuciones de EE.UU. a las instituciones financieras internacional claves como el Banco de Desarrollo Internacional (BID), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI)», de los que dependía la supervivencia de Bolivia. «Cuando piense en el BID debería pensar en EE.UU.», dijo el embajador. «Esto no es un chantaje, es la simple realidad», recalcó.
Sin embargo, Morales, según los cables, mantuvo sus promesas electorales en materia de regulación de los mercados laborales, la nacionalización de los hidrocarburos y la cooperación con Hugo Chávez. En respuesta a estas acciones de Morales, Greenlee sugirió un «menú de opciones» para tratar de obligar a Bolivia a doblegarse a la voluntad del Gobierno de EE.UU. Algunas de estas medidas eran: vetar todos los préstamos multilaterales en dólares, posponer el plan de alivio de la deuda multilateral, desalentar la financiación de la Corporación del Desafío del Milenio (que pretende acabar con la pobreza extrema) y cortar el «apoyo material» a las fuerzas de seguridad bolivianas.
Pocas semanas después de asumir el cargo, Morales anunció la revocación del contrato de préstamo con el FMI. Años más tarde, Morales aconsejó a Grecia y otros países europeos endeudados a seguir el ejemplo de Bolivia y «liberarse económicamente del dictado del Fondo Monetario Internacional». El Departamento de Estado norteamericano reaccionó financiando a la oposición boliviana. Las fuerzas políticas opositoras de la región de la Media Luna comenzaron a recibir más ayuda. Según un correo datado en abril de 2007, la Cancillería de EE.UU. consideraba que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) «debe fortalecer a los Gobiernos regionales como contrapeso al Gobierno central».
El informe de 2007 de la USAID menciona unas 101 subvenciones por un total de4.066.131 dólares «para ayudar a los Gobiernos departamentales a operar más estratégicamente. El dinero de la Casa Blanca también fue destinado a los grupos indígenas locales que estaban «en contra de la visión de Evo Morales de las comunidades indígenas». Un año más tarde, los departamentos de la Media Luna estaban en abierta rebelión contra el Gobierno de Morales y llamaban a un referéndum sobre la autonomía en el trasfondo de las protestas violentas que acabaron con la vida de al menos veinte partidarios del Gobierno.
Este intento de golpe de Estado fracasó bajo la presión del conjunto de presidentes de América del Sur, que emitieron una declaración conjunta de apoyo al Gobierno constitucional de Bolivia. Pero EE.UU. no se dio por vencido y siguió manteniendo comunicación constante con los líderes del movimiento separatista de la oposición. Según Alexander Main y Dan Beeton, contrariamente a su postura oficial durante los acontecimientos de agosto y septiembre de 2008, el Departamento de Estado de EE.UU. tomó en serio la posibilidad de un golpe de Estado en Bolivia o del asesinato del presidente Evo Morales. «[El Comité de Acción de Emergencia] junto [al Comando Sur de EE.UU.] desarrolla un plan de respuesta inmediata en caso de una emergencia repentina, como un intento de golpe de Estado o la muerte del presidente Morales», dice el correo de la Embajada de EE.UU. en La Paz.
‘Promoción de la democracia’.
Algunos de los métodos de injerencia implementados en Bolivia se aplicaron también posteriormente en otros países con Gobiernos o fuertes movimientos de izquierda. Por ejemplo, después de la vuelta al poder de los sandinistas en Nicaragua en 2007, la Embajada de EE.UU. en Managua lanzó un programa de apoyo intensivo al partido derechista de la oposición, Alianza Liberal Nicaragüense (ALN).
‘Amenaza bolivariana’
Durante la Guerra Fría, la supuesta amenaza de la Unión Soviética y la expansión del comunismo cubano sirvieron para justificar un sinnúmero de intervenciones políticas de EE.UU. con el objetivo de eliminar Gobiernos de izquierda e implantar regímenes militares de derechas. Del mismo modo, las filtraciones de WikiLeaks muestran cómo en la década de 2000 el fantasma del «bolivarianismo» venezolano fue utilizado para justificar la injerencia en asuntos de Gobiernos encabezados por líderes antineoliberales. De esa manera, Washington se dedicó a librar una lucha escondida con el Gobierno boliviano, «que había caído abiertamente en brazos de Venezuela» y el Gobierno de Ecuador, que realizaba la función de «portavoz de Chávez».